Economía

Cuestión de confianza (seguimiento a la crisis)

Cuando circulamos con nuestro vehículo por la parte derecha de la calzada confiamos en que los vehículos que vienen en sentido contrario lo hagan por la parte izquierda. Cuando cruzamos una calle con el semáforo en verde confiamos en que los vehículos que se nos acercan se detendrán ante una simple luz roja. Cuando compramos una casa confiamos en que no se vendrá abajo en los siguientes cinco años. Todo es, en definitiva, una cuestión de confianza.

Al igual que nuestro sistema económico, el cuál está basado, sin más, en la confianza, en el pensamiento de que las cosas estarán mañana como están hoy, en la creencia de que lo que es válido hoy será válido mañana, en la certeza de que existirá una estabilidad jurídica que nos permitirá ‘saber a que atenernos’. Todo es, en definitiva, una cuestión de confianza.

Los individuos emprendedores se convierten en empresarios confiando en que obtendrán beneficios con su idea o con su ilusión. Los individuos conservadores venden su tiempo a los empresarios confiando en que obtendrán un salario por él. Las entidades de crédito adelantan dinero a las empresas confiando en que éstas se lo devolverán incrementado. Todos pagamos impuestos confiando en que el Estado nos proveerá una serie de bienes públicos. Todo es, en definitiva, una cuestión de confianza.

Y el sistema capitalista, sí aquel que hace unos meses llamábamos neoliberalismo económico, pero que ahora se ha vuelto a llamar capitalismo, es el sistema que más recurre a la confianza. La confianza es la esencia del capitalismo. El capitalismo necesita que los ciudadanos consuman, y éstos consumen solo si están seguros de que tienen dinero suficiente hoy y dinero suficiente mañana, para lo cuál necesitan tener un empleo hoy y confiar en tener un empleo mañana. Todo es, en definitiva, una cuestión de confianza.

Una confianza que está en crisis. Los gobiernos del mundo Occidental han reaccionado bien, tarde, pero bien, ante la crisis financiera y económica que nos está asolando, pero sus medidas, del todo apropiadas y ortodoxas, no están surtiendo el efecto que todo académico podía preveer.

¿Por qué?

Porque la gente ha perdido la confianza. Los ciudadanos ya no confiamos en nuestro sistema, ya no confiamos en nuestros gobernantes, ya no confiamos en el mañana. Aquellos que han perdido su empleo no confian en encontrar otro en un plazo breve de tiempo, mientras que los que todavía lo conservan no confían en conservarlo durante mucho tiempo. Se ha roto la confianza.

Por tanto, el primer objetivo de nuestra clase política debe de ser la generación de confianza. Y la confianza se genera con información adecuada y cierta por parte del partido dirigente, y con apoyo incondicional a las medidas adoptadas por parte de los partidos en la oposición. Así que ya es hora de que los dirigentes políticos antepongan los intereses de sus naciones a sus propios intereses electorales.

Porque todo, absolutamente todo, es una cuestión de confianza.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.