Economía

Una pesadilla llamada Vodafone

Comienzo este artículo con la certeza de que no debiera estar escribiéndolo porque la pasión y no el intelecto guía mis dedos sobre el teclado del ordenador, pero como mi conciencia anda últimamente de vacaciones en un país afrodisíaco, que no paradisíaco, me lanzo a la aventura de la catarsis mental en forma de comunicación escrita, que no verbal, de mi pesadilla con esa empresa llamada Vodafone.

Según una campaña de dudosa integridad ética, el departamento comercial de esta empresa me envió hace un tiempo un módem USB con conexión móvil a Internet de manera totalmente gratuita, el cuál yo rechacé al recibirlo al no haberlo solicitado ni tener ninguna intención de hacerlo en el futuro, ahora menos, como comprenderás. Pero hete aquí que, ni cortos ni perezosos, al mes siguiente me empezaron a mandar una factura por un servicio que ni había solicitado, ni aceptado al recibirlo.

En un primer momento entendí que debía de haber sido un error sin importancia, así que ufano y confiado me lancé a la conquista de los insondables tratando de dar de baja el servicio vía telefónica, y ahí es donde comenzó toda mi pesadilla. Un viernes cualquiera llamo al departamento de atención al cliente, curioso nombre para curioso servicio, y tras pasar de voz en voz, y tiro porque me dan otra coz, me acaban diciendo que llame al día siguiente en el horario del departamento comercial que son los que me tienen que resolver el tema (tiempo de llamada 37 minutos y 42 segundos).

Como mis padres me han enseñado a ser bien mandado, el sábado tomé el teléfono y llamé dentro del horario estipulado. De nuevo, de voz en voz, y tiro porque me dan otra coz, hasta que alguien me dice que el departamento comercial sólo trabaja los días de diario, por lo que la información que me dieron el día anterior debió de haber sido un error (tiempo de llamada 31 minutos y 26 segundos).

El domingo, día del Señor, tú eliges cuál, lo dediqué a reflexionar sobre la idiosincrasia del ser y del no ser, cosas de la edad, supongo, y el lunes volví a cumplir con mi rutina de consumidor bien entrenado y llamé al departamento de atención al cliente, dentro del horario del departamento comercial para que pasaran mi llamada a ellos y así poder cumplir mi sueño, imposible por lo que parecía, de dar de baja un servicio que ni había solicitado ni aceptado.

Tras pasar de señorita en señorita, y de señorito en señorito, al final terminé en manos del departamento de bajas, que eran, al final, los que tenían que resolver mi situación, por lo que parece, y he de reconocer que allí sí que me ofrecieron un servicio eficiente y óptimo, dándome la solución al problema y explicándome exactamente lo que debía de hacer (porque todavía no he resuelto el tema, no te vayas tú a pensar) (tiempo de llamada 44 minutos y 6 segundos).

En definitiva, 113 minutos y 28 segundos de mi tiempo desperdiciados, casi dos horas que podía haber dedicado a otras actividades más productivas, como por ejemplo la contemplación del ornitorrinco blanco de Sumatra, y que he malgastado viviendo una pesadilla llamada Vodafone, compañía que acabará devolviéndome el dinero, espero, pero que no recuperará mi confianza, que ni tenía ni había dejado de tener.

Aclaración al lector: Este relato está fundamentado única y exclusivamente en una experiencia personal del autor.

 

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.