Cultura

Reseñas: “Luz de noviembre, por la tarde”, de Eduardo Laporte

En menor o mayor medida, los primeros pasos de la edad adulta pueden ser inestables y tormentosos. Por poner un símil, sería como un día bueno o malo en las aguas que se entrecruzan en el estrecho de Magallanes, en el Pacífico Sur. Y en ese tránsito de la vida le tocó al protagonista de esta historia enfrentarse a la pérdida de sus padres. Sin embargo estos hechos más que reprimir emociones, muchas veces encontradas, le sirvieron para descubrirse, para identificarse consigo mismo. Ya no estarían ellos para escuchar sus triunfos y derrotas, pero quizá solo a través de la memoria todo eso fuera posible.

Algunas ausencias dan mayor valor a las personas. La retrospectiva también es útil para mirar al futuro. Mirar atrás para poder mirar hacia adelante.

Aunque en “Luz de noviembre, por la tarde (Demipage, 2011)” se narran hechos que ocurrieron en realidad, podría ser perfectamente una ficción. Sus detalladas descripciones de los personajes y escenas le hacen a uno sumergirse rápidamente en la lectura. Philippe, María, sus hermanos, otros familiares, novias, amigos, conocidos e incluso el mismo protagonista parecen inventados. Pero no, existieron y existen.

Pasaron media vida en aquel salón, bebiendo, fumando, discutiéndose, queriéndose. Hoy ese espacio no existe, queda algo de su armazón, pero nada más. Algún vestigio, los pliegues de la pared, que nos lleva a aquel tiempo, como la vidriera del bar Ulzama que aún sobrevive. En primavera se hizo una obra, una segregación de la casa familiar y ese espacio, espacio muerto, es ahora un cuarto de invitados cuando paso fugazmente por Pamplona.

Recuerdo un día, en los primeros compases del luto, los dos solos en el salón. Mi padre ya no sabía bien dónde sentarse, el cuarto de estar se había convertido en un lugar absurdo. Me extrañó verle en el sofá de tres plazas, en lugar de en la butaca que usaba siempre. Tampoco se sentó en el de dos plazas que era el sitio de mi madre. La iluminación, el juego habitual de luces y lámparas tampoco era el de siempre (p.114)”.

Con un lenguaje claro, preciso y fluido Laporte construye este relato armonioso de corte intimista de tal manera que lo hace muy cercano al lector. Asimismo en algunos episodios encontramos su percepción personal acerca de lo que le ocurre a él y a los demás personajes. Se trata de varios temas comunes a todos por sus tintes psicológicos y cotidianos.

En muchas obras de Simone de Beauvoir, quien cultivó notablemente este género literario, podemos apreciar esta forma de conocimiento interior, como la otredad y el ser. Estas vivencias, que se transforman en literatura, siempre tendrán algo de ensayístico y filosófico.

Como conocedor de la literatura contemporánea, Laporte inserta breves fragmentos de algunos autores que encajan perfectamente en el hilo de acontecimientos de esta novela memorialística.

Si bien no hay un orden cronológico de los hechos, esto es un punto a su favor porque hace la lectura más amena. Es como si nos lo contaran en una tarde soleada a finales del otoño, en noviembre: mes previo al invierno.

Conmueve especialmente aquellas escenas en el hospital y los momentos en que él tiene que hacerse cargo de su padre enfermo. Con su madre fue todo más repentino. Posteriormente esto le acercó a su abuelo paterno Jean. Esto me recordó al escritor Miguel Delibes que también tuvo un abuelo francés.

“Tiene una visión práctica de la vida, pero no es un cretino. Hay fases de su vida que me atraen. Como los nueve años que vivió con un velero por toda casa, recalando la mayoría de veces en puertos del Mediterráneo. ¿Qué tal se llevaría con la abuela Geneviève, que era pura música con huesos, un cuerpecillo frágil como esas notas inasibles que no dejan constancia? De nuevo, huecos en la melodía. Lo repetiré una vez más: Sé más de la vida de los autores de diarios y dietarios que de mi propia familia. No sabemos nada. Y a menudo ni siquiera sabemos que no sabemos (p. 150/151)”.

“Luz de noviembre, por la tarde” es una narración que navega como un barco surcando las olas del pasado y del presente. Es una historia de despedida; de homenaje a los padres; de planteamientos ante los cambios; un viaje necesario para atravesar un tiempo mortecino y llegar a tierra sano y salvo para poder contarlo.

 

Juan Carlos Aguirre

www.elblogdejuancarlosaguirre.blogspot.com

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.