Sociopolítica

La siembra del odio

Cuando uno menos se lo esperaba, apareció el rostro del hombre en todos los televisores del país. El camarógrafo de la planta televisiva oficial realizó una toma en primer plano dejando ver: una cara rechoncha, los ojos hinchados de poco o mucho dormir, y unos labios enormes que ocupaban todo el espacio de la pantalla. Muchos televidentes, los más afortunados, se cambiaban con rapidez a los canales de suscripción por cable; otros optaban por apagar los aparatos, total ya sabían lo que iba o no a decir. Sus pocos seguidores se lo aguantaban a medias; como hablaba diariamente y durante horas, alternaban entre ir al baño y realizar las taras cotidianas del hogar o del trabajo.

Cuando abrió la bocota, salieron disparados dardos envenenados que se incrustaron en la psique de los que le veían. Sus palabras de odio carcomían el cerebro de sus seguidores, convirtiéndolos en seres irracionales, sin capacidad para el pensamiento crítico y el razonamiento lógico, sólo se dedican a escuchar la voz del amo: “Esta revolución está armada” “Tenemos que convertir en polvo cósmico a la oposición” “Hay que eliminar a los traidores” y continúa con una regorgaya de insultos, descalificaciones e improperios en contra de la disidencia, mensajes que vienen originando una escalada de violencia perpetrada por muchos mal vivientes y gentes de la peor calaña que se encuentran muy bien apertrechados, gracias a un gobierno que los dotó de armas de todos los calibres – con la pueril excusa de “defender la revolución”- llegando a convertir a este país, otrora amante de la paz, en un territorio donde los índices delictivos superan a muchos de aquellos considerados como de mayor violencia y criminalidad.

Desde hace mucho tiempo viene haciendo como las abejas: introduce su aguijón venenoso en la epidermis de sus secuaces y seguidores y se queda muy tranquilo, o se va para su amada Cuba. En estos días, el 13 de abril de 2012, para celebrar su regreso al poder, después de aquel 11 de abril de 2002 cuando una concentración humana como nunca se había visto, ni volverá a verse en Venezuela, fue factor determinante para que abandonara el poder, aunque fuese por un día y una noche. Pavoneándose ante el balcón del palacio, se dirigió a sus seguidores, no para agradecerles las oraciones que le prodigan como al Dios de las tres raíces, ni reconocer el esfuerzo de haber viajado cientos de kilómetros para verle y adorarle, sino para insultar, descalificar e injuriar a sus adversarios políticos.

Condenó los golpes de Estado, cuando el mayor golpista es precisamente el susodicho, habló de las lealtades militares de aquellos que le siguen, cuando el mismo sabe (como militar retirado) que éstos son leales hasta que dejan de serlo; y lo vivió en carne propia cuando ese glorioso 11 de abril, después que grupos violentos dispararon a diestra y siniestra contra una marcha de personas que protestaban sin llevar otro tipo de arma que no fueran sino pitos y banderas, obligó a su alto mando militar solicitar su renuncia “la cual aceptó” como bien dijera uno de sus más altos generales.

Después, los militares que le habían sacado momentáneamente del poder, se acobardaron, no encontraban que hacer y deciden restituirlo de nuevo como Presidente. Luego de ser rescatado por uno de sus generales (hoy preso por pendejo) se presentó como un dulce apóstol del cristianismo – crucifijo y rosario incluido – rezando y besando la cruz, hablando a través de los medios audiovisuales de justicia, humildad y recogimiento, algo que nunca apareció por ningún lado; al contrario, profundizó su discurso violento y agresivo, y lo que es peor, obligando a los canales de radio y televisión independientes a transmitirlos varias veces al día, so pena de ser sancionados por una bendita Ley RESORTE que inventaron para amedrentarlos y castigarlos si no daban cumplimiento a semejante adefesio.

Después de aquellos días ha sido mucha el agua que ha corrido bajo los puentes. El deterioro social, político, económico e institucional que vive el país, ha venido incrementándose de manera alarmante; todo el mundo sabe que vamos en picada, no es necesario ser un profeta del desastre para intuirlo; sin embargo, pobre de aquel que se atreva a comentarlo ante medios nacionales o extranjeros, pues será acusado por la jauría gobiernera como traidor a la patria.

¿Hablar de la inseguridad en el país? ¡¡¡Joder!!! Ni siquiera el “amado líder” la menciona en sus maratónicas verborreas, ni sus ministros dan cuenta ante la Asamblea Nacional del número de secuestros y homicidios que ocurren en el territorio nacional. La escalada de violencia ha aumentado a medida que prospera el discurso del odio. Según la ONG Observatorio Venezolano de la Violencia, se han contabilizado en 2011 19.366 homicidios, de los cuales solamente se han investigado 1.162, quedando en la impunidad 18.204. De la cantidad de personas secuestradas no se tienen cifras, ni siquiera aproximadas, ya que en muchos de ellos, las familias prefieren pagar rescate, antes de denunciarlos a las autoridades competentes – aunque les queda mejor el calificativo de incompetentes – y en algunos casos, aún pagando por la liberación del secuestrado, éste aparece muerto en algún basurero de la ciudad. Ahora, si la persona retenida por los hampones es un alto personaje de la política o de la diplomacia, entonces veremos cuan diligentes se comportan para resolver la situación.

En lo institucional, para no alargar el tema, un militar de alta graduación que hasta hace poco fue ex Fiscal General Militar y ex Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, destapó una cloaca, donde salió la podredumbre que corroe el sistema judicial y moral de la Republica, algo que todos los venezolanos sabíamos, pero que el Magistrado se encargó de revelarlo a periodistas y medios televisivos internacionales: injerencia del Presidente de la República en todos los actos del poder Legislativo, Judicial y Moral, este último inventado por gobierno, con lo cual quedó en evidencia el grado de adulancia y sumisión de estos poderes ante la voluntad del dictador.

Los adulantes y cagatintas del gobierno, no dicen que lo expresado por el ex magistrado (ahora en el exilio) sea mentira, solamente se han dedicado a llamarlo traidor a la patria y vendido al imperialismo yanqui, amén de otras lindezas propias del lenguaje escatológico de los “robolucionarios”

Cuando la justicia humana no se hace presente en ninguna parte, entonces aparece la justicia divina. ¡¡¡No hay escape!!!

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.