Sociopolítica

Santiago, apóstol del comunismo

Hace unos días murió Carrillo. Estaba cerca  de alcanzar la centena.  Fue el joven revolucionario, el comunista exiliado, el amigo de Ceaucescu, el hombre de la peluca, el fumador empedernido, el demócrata de nuevo cuño, el viejo cascarrabias. Fue tantos y sólo uno el singular don Santiago. Sí, tenía nombre de santo.  Y hasta su féretro peregrinaron, puño en alto,  miles de fieles devotos de su causa enrojecida.

Fueron también miles los que ni muerto lo respetaron. Salió de nuevo a luz Paracuellos, su estigma de santo desmemoriado.  Apenas superaba la veintena cuando acaecieron aquellos hechos ominosos. Él juraba y perjuraba –perdón, prometía y “perprometía”- que de aquello nunca supo nada. Como su amigo Felipe afirmó siempre sobre los GAL.  Se fue con el humo de su último cigarrillo, pero no olvidemos que los fusiles y las pistolas también humean.

No hay pruebas de que fuese un canalla, pero sí la certeza de que tampoco fue un santo. No obstante, la peregrinación fue de las que hacen época y anudan emociones en la garganta.  No faltaron los rostros compungidos y los ojos empañados de los que tantas veces han gritado palabras como  justicia, democracia, libertad. Pero a los pies del cuerpo inerte del camarada Carrillo esas palabras suenan a vieja trampa, a vetusta falacia. Es la eterna mentira de quienes no quieren afrontar la verdad. La cobarde derrota y la pírrica victoria de quienes nunca supieron perder y jamás han sabido ganar.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.