Sociopolítica

Sexo, adolescencia y el Inquisidor Gallardón

I’m sexy and you know it. Sexo, adolescencia y el Inquisidor-Gallardón

Sin libertad sexual no existe libertad. Y no porque lo dijeran Freud, Fromm, Reich, Marcuse, Foucault… sino porque para impedir que todos fuéramos libres  todos los sistemas totalitarios, dictatoriales y teocráticos prohíben el placer sexual. Franco, Hitler, Mussolini, Stalin, Pinochet, Jomeini…etc., con el Papa a la cabeza, el nombre del Papa es lo de menos, se propusieron hacer de la castidad y el sufrimiento el objetivo de sus gobiernos y el orgullo de sus súbditos. Sobre esos dos pilares construyeron su moral y sus imperios y llenaron los cementerios de cadáveres y las calles de zombis.  Convirtieron sus Estados en auténticos manicomios y las cárceles y manicomios en únicos refugios de libertad e inteligencia. Consiguieron llenarlas.

Ahora Gallardón y su cohorte de eunucos, agavillados en las instituciones eclesiásticas y más allá del espacio tiempo, unidos todos en la misma unidad de destino a los dictadores citados, han llegado a la conclusión de que: el sexo no existe. Y sin embargo yo he probado en solitario y en compañía que existe. Lo juro. Juro que lo he probado. Y no era una borrachera. Luego eso del sexo debe ser como un agujero negro que no se ve pero que lo atrapa todo. Un enigma. Resuelto por Freud que probó que no sólo existe desde que nacemos, sino que si no tuviéramos placer sexual no seríamos humanos porque es condición de todo ser humano tener y disfrutar con el placer sexual. Él lo llamó “principio del placer” y a sus enemigos: dictadores, papas, nazis, fascistas… y Gallardón…, les llamó “principio de la realidad”. Sólo que el placer, además, es anterior a este principio de la realidad, rebautizado ahora por el Inquisidor Gallardón, cuando se pone el traje de intelectual, de “imperativo categórico católico”. O lo que es lo mismo: doctrina cristiana, que lo mismo podría ser musulmana.

Dice la doctrina cristiana que la castidad es necesaria para salvar el alma por tanto el sexo no puede ser practicado ni tan si quiera en el matrimonio porque éste es un sacramento sagrado y su única función es parir para morir. De manera que en el matrimonio cristiano la mujer es tratada como una vaca. Los jóvenes, por fortuna, no conocieron lo que fue el franquismo ni su versión clerical: el nacionalcatolicismo. Ahora se van a enterar, porque fray Gallardón ministro de Justicia e Inquisidor General de Castilla y Aragón, discípulo avanzado de Torquemada, cuyo retrato preside su conciencia, ha decidido en nombre del “imperativo categórico”, el suyo propio, el que le enseñaron los doctores de la Iglesia en las clases matinales de doctrina cristiana, que todos volvamos a ser puros y castos. O eso o nos vamos al infierno, después de pasar por las cárceles y los manicomios. Todo dictador como todo totalitario religioso, creyente y piadoso se empeña en llenar las cárceles y los manicomios de gente sana y libre. Tienen esa manía en común.

Poco le importa a Gallardón como a los doctores de la Iglesia que, como diría Freud, la represión sexual tenga como consecuencia la neurosis obsesiva colectiva o todo tipo de patologías, la primera, la que padece el Torquemada Gallardón, es la sexofóbica. Uno se pregunta por qué razón quienes se han mutilado el sexo, quienes se han castrado psicológicamente para servir a dios, quienes hacen voto de castidad, como Gallardón y toda la derecha clerical en grupo y colectivamente, tienen que imponernos a los demás su “imperativo categórico católico”. Si ellos quieren salvar su alma que la salven, pero a los demás que nos dejen arder en las llamas del placer y sus placeres, sencillamente porque nos da la gana. Eso lo decidimos nosotros y no permitimos que por nosotros lo decidan, impongan, ni Dios ni el Estado.

Poco le importa a Gallardón y a los doctores de la Iglesia y del Islam, que ya están fundando una Sociedad Anónima contra la libertad y sus placeres sexuales, que el artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclame el derecho de los púberes a contraer matrimonio. Y dice púber porque la pubertad se puede “coger” a diferentes edades con 11, 12, 13 años. De ahí que, con criterio sabio, no establezca la edad sino el momento en el que el púber, chica o chico, siente que el placer, que era cosa de dioses no monoteístas y con razón, también es cosa suya. Y quieren disfrutar con su placer porque en el lenguaje universal, más allá de la neurosis sexofóbica clerical y de la derecha autoritaria clerical y católica, el placer va asociado al matrimonio. Pero eso es lo de menos porque, una vez descubierto el sexo y sentado el principio del placer como derecho individual en nuestras vidas, el lugar y el con quién se ponga en práctica es una coherencia con el principio del placer, que por lo visto sólo lo podemos tener los seres humanos y  tal vez por eso el clero y la derecha no sean humanos, porque no lo practican a no ser que sea con sentimiento de culpa y entre terribles arrebatos de angustia. A la represión sexual le llama, ahora, Torquemada Gallardón, presumiendo de intelectual,  “imperativo categórico católico”. Hay gente que no es que se vuelva tonta con la edad, es que ya era tonta desde su nacimiento.

Los enemigos de la libertad y la libertad no sólo es política y económica sino que también es moral o sexual, están atrincherados permanentemente en guardia para saltar desde sus cavernas contra quien hace un movimiento sospechoso de estar relacionado con el placer sexual. Desde su conducta patológica sexofóbica están dispuestos a que los adolescentes sean tan desgraciados como ellos. Están dispuestos a que no ejerzan su capacidad sexual.

Cuando hablamos de sexo estamos hablando de moral, de religión y de Poder. Todo Poder, civil o religioso, autoritario o totalitario, en sus diversas formas de gobierno: monárquicas, fascistas, nazis, teocráticas, militares e incluso democráticas, por contener éstas en su seno un sistema de valores morales autoritarios, patriarcales, antifeministas y homófobos, todo Poder, decía, reprime la libertad sexual, el placer. Reprimir es dominar y el Poder trata de dominar, reprimiendo le sexo, regulando y reglamentando la conducta de cada individuo. Si por una parte los códigos penales intervienen en la libertad individual codificando la conducta sexual más allá del matrimonio como delictiva (lo permisivo en las democracias no deja de ser delictivo en las conciencias y en las leyes), por su parte, las religiones monoteístas, en mayor o menor grado, y en grado absoluto la católica y la islamita cuando se refieren a las mujeres, los adolescentes y los homosexuales, sencillamente califican la sexualidad de perversión. La coincidencia entre Poder y religión es absoluta en la necesidad que tienen de reprimir para dominar. Toda conciencia reprimida es una conciencia dominada.

De manera que la defensa de la libertad sexual, que descompondría el sistema de valores de la cultura occidental y haría quebrar a las religiones y a todo Poder autoritario, además de ser un ejercicio de salud mental, sería un acto político y revolucionario. Porque la conquista de la libertad sexual es un gesto de afirmación de la propia personalidad frente a toda autoridad moral y Poder externo al individuo y, por lo tanto, al ejercicio de  libertad. La sexualidad no reprimida es el aprendizaje de la libertad. Porque la libertad sexual es la libertad moral. Represión sexual es represión moral. Sumisión y dominación. Si viven reprimidos, viven dominados y si viven dominados no desarrollan el pensamiento crítico. Y en ese círculo vicioso se va encerrando la libertad y construyendo una estructura de la personalidad patológica.

Freud había observado que el ser humano posee como un rasgo integral a la condición humana el deseo de placer desde su nacimiento. Por lo tanto una condición de lo humano es ser sexuado. Lo asexuado es inhumano, animal. Porque el deseo de placer no tiene nada que ver con el apareamiento biológico y animal cuya finalidad es la reproducción de la especie, la supervivencia, mientras que el deseo sexual concibe el placer como un fin en sí mismo.  Las religiones monoteístas, sin embargo, han construido una ideología, un sistema de valores, una moral, unas leyes sobre la negación de la libertad de pensamiento y de la libertad sexual porque, como he dicho, para dominar necesitan reprimir.

Junto con el deseo de placer, de manera indivisible, el otro rasgo integral de todo ser humano es su capacidad para pensar e imaginar. No seríamos humanos si no tuviéramos esta capacidad. Porque el ser humano es una consecuencia indivisible e integral del desarrollo de la capacidad para pensar y del desarrollo del deseo sexual. A pesar de la represión de las religiones monoteístas, en Occidente, el Renacimiento, la Ilustración, los años veinte y las posguerras coincidieron, hasta hoy, con grandes momentos de desarrollo del pensamiento crítico y de la libertad sexual.

Freud también se dio cuenta de que la represión sexual tiene como consecuencia inevitable la producción de enfermedades mentales. Lo que le llegó a afirmar, con razón, que nuestra civilización, gracias a sus fundamentos morales religiosos, está neurótica. Freud está prohibido en las universidades católicas y en el mundo islámico. De la represión judía ya nos habla Woody Allen en sus películas.

Vivimos, dentro de la cultura occidental, excepto los brasileños y brasileñas, vivimos el sexo como si fuera una perversión y todo porque las religiones cristianas y especialmente la católica son religiones sexofóbicas, esto es: patológicas. Porque para ellas la razón de ser de la sexualidad está en negarla para sustituirla por el sufrimiento: la ausencia de placer y la fuente de un placer sexofóbico. Una bendición divina.  En consecuencia con esta perversión religiosa establecemos entre nosotros, en lugar de relaciones fundamentadas en el placer sexual, relaciones patológicas de naturaleza sadomasoquista porque están basadas en la exaltación del sufrimiento como única fuente de placer. De placer divino. Jesucristo es, en coherencia con estas religiones, el modelo ideal que debemos imitar: una vida asexuada de negación del yo y de exaltación del sufrimiento para complacer a dios.

¿Nace el ser humano asexuado? ¿Es el adolescente un humano sin sexo? Si está asexuado, ¿por qué le prohíben satisfacer sus deseos de placer?, ¿por qué le prohíben practicar la libertad sexual que se supone tienen los adultos? ¿Existe en el desarrollo de todo ser humano una edad a partir de la cual sólo es posible el sexo orientado a la procreación pero no al placer? ¿O la edad no depende del momento en el que se tiene deseo sino de la moral? ¿Es, en definitiva, el ser humano, al margen de su edad, un animal castrado? Y si no lo fuera ¿debería ser castrado? ¿Por qué? ¿Para mayor gloria de dios y de sus sacerdotes? ¿Realmente dios, cualquier dios de cualquier religión monoteísta, necesita castrar al ser humano para su mayor gloria?

¿Acaso es la castración, la privación de placer, lo que produce placer a esos dioses y a sus sacerdotes? ¿Son entonces, los dioses y sus sacerdotes sadomasoquistas? Esto es, ¿necesitan del sufrimiento ajeno para obtener placer? Parece ser que sí, porque la moral cristiana, en la versión de cualquiera de sus dioses, católico, luterano, evangelista, anglicano, calvinista…etc.,  concibe la sexualidad como un coito animal orientado a la procreación. Entonces ¿es el ser humano un animal? ¿Acaso no se es humano porque se tienen unas cualidades de las que carecen los animales? ¿De qué nos diferenciaríamos de los animales si no fuera porque tenemos esas dos cualidades: capacidad y voluntad de disfrutar sexualmente y capacidad y voluntad para pensar libre y críticamente? ¿Qué animal tiene las capacidades del placer sexual y de la inteligencia y pensamiento? Ninguno. Porque ningún animal sabe, ni remotamente, lo que es el placer sexual. Si lo supieran serían inteligentes y no lo son. Pero si lo supieran ya no serían animales, serían humanos. Porque sólo los humanos podemos disfrutar con el sexo sólo con pensarlo. Y eso nada, pero nada tiene que ver con la procreación? La procreación es un estadio primitivo en la evolución de la especie que aún conservamos para procrearnos pero no para disfrutar sexualmente. Esto es otra cosa. Y es una cualidad privativa del ser humano.

Parece ser que el placer sexual puede obtenerse a cualquier edad, pero de una manera inevitable a partir de la adolescencia. En este sentido un adolescente, a partir de los once o doce años, depende del desarrollo de cada uno, tiene la misma capacidad y la misma voluntad, o sea que piensa e imagina el placer sexual, igual que un adulto. Entonces, a quien satisface prohibirles algo tan agradable como el sexo. ¿A los religiosos? ¡Sí! Tal vez la razón se deba a que éstos padecen de una patología conocida como sexofóbica. Pero éste debería ser su problema, que no es poco, pero no el problema de los adolescentes, que sólo tienen trabas morales impuestas por los enemigos, los que odian el sexo y sus placeres, para vivir una adolescencia feliz. ¿Por qué tienen los adolescentes que sufrir? ¿Para satisfacer los deseos reprimidos de los religiosos? Parece ser que sí.

Por qué se reprime el placer sexual, aparte de por necesidades del carácter sadomasoquista de los represores, que son reprimidos, incontenibles reprimidos. Existe una explicación manifestada de diferentes maneras por diferentes sicoanalistas desde Freud hasta hoy. Yo mismo tengo mi propia opinión, resultado de una investigación parece como si para poder disfrutar con el placer sexual tuviéramos que justificarlo en análisis sicológicos y librarnos de una especie de sentimiento de culpa y de vergüenza, con el que no nacemos. O sea que lo tenemos adquirido cuando nos educan como si fuéramos asexuados. No necesitaríamos de estudios, ni de Freud, ni de Fromm, ni de Reich, ni de Marcuse, ni de Foucault, ni si quiera de Fourier para disfrutar con nuestros sexo desde la adolescencia hasta la muerte. Sencillamente porque si no fuera por la imposición moral creada por los enemigos, sexófobos, del placer, nadie tendría que negara a nadie su derecho a disfrutar con su cuerpo en libertad. Nadie tendría ni sentido de la vergüenza por estar desnudos, como Adán y Eva, antes de ser expulsados por dios del Paraíso. Nadie tendría sentimiento de culpa. ¿De qué puede sentirse culpable una persona cuando tiene relaciones sexuales con otra o las tiene el o ella solitos? ¿De qué se tienen que avergonzar? ¿De disfrutar? Lo que debería irritarnos y producirnos vergüenza es que haya gente, el clero y otros casos patológicos, hayan hecho del sexo su principal enemigo. Esto sí es algo monstruosos.

Pero ¿por qué disfrutar causando dolor y sufrimiento a los adolescentes? Decía Orwell en su novela “1984” en un diálogo mantenido entre el verdugo y su víctima, lo siguiente: “El verdadero poder, el poder por el que tenemos que luchar día y noche, no es poder sobre las cosas, sino sobre los hombres…Vamos a ver Winston, ¿cómo afirma un hombre su poder sobre otro?

Winston pensó un poco y respondió: Haciéndole sufrir.

Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta con la obediencia. Si no sufre, ¿cómo vas a estar seguro de que obedece tu voluntad y no la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti. Es lo contrario, exactamente lo contrario de esas estúpidas utopías hedonistas que imaginaron los antiguos reformadores. Un mundo de miedo, de ración y de tormento, un mundo de pisotear y ser pisoteado, un mundo que se hará cada día más despiadado. El progreso de nuestro mundo será la consecución de más dolor. Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio.

En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento. Todo lo demás lo destruiremos, todo…El instinto sexual será arrancado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual de renovación de la cartilla de racionamiento. Suprimiremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad. Todos los placeres serán destruidos.

Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre habrá afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano…incesantemente…”

Es evidente. El hombre reprimido, privado de sus características: el placer y la inteligencia, es un hombre dominado.

Todo el sistema educativo, durante el cual el individuo es socializado por identificación con unos valores morales sexofóbicos, está al servicio de la dominación. El individuo asexuado está sometido a un autocontrol personal y al control de lo público sobre su conducta. Está enjaulado en su propio cuerpo y en la sociedad reprimida. Y esta patología es tan usual que lo patológico, como diría Fromm en “El miedo a la libertad”, es considerado como la conducta normal. O sea que para ser una persona normal hay que ser un caso patológico. Así es, ciertamente. Pero que bien lo llevamos. Lo llevan las personas que ya han cumplido su cupo de relaciones sexuales y se han propuesto que los que aún están en edad de disfrutar no lo puedan conseguir si no es adquiriendo un patológico sentimiento de culpa y otro de vergüenza.

¿Qué valores se nos imponen en el sistema educativo para poder ser socializados, esto es, para impedir el desarrollo de nuestra propia personalidad por integración en la moral represiva dominante? La humildad, la resignación, el desprecio de nuestro propio cuerpo, la obediencia, el sufrimiento. Especialmente el sufrimiento. Son valores auténticamente cristianos. Pero son valores auténticamente nazis, fascistas y totalitarios. Todos ellos coinciden en lo mismo: el sufrimiento es la negación del individuo, el sufrimiento es necesario para ensalzar la patria y llevarla hasta las más altas cumbres; el sufrimiento es necesario para salvar el alma, con el placer se condena. El individuo no es nada. El Estado es todo, el individuo no es nada, la corporación, el pueblo, la nación es todo; el individuo no es nada, dios es el todo. Cuánta razón tenía Orwell.

Se nos presenta el placer, en ese proceso de socialización patológica asexuada, como algo ajeno. Algo que viniera desde fuera de mostros mismos para pervertirnos. Pero, ¿acaso no hemos sido pervertidos ya por la identificación con un sistema de valores cristianos que nos hacen sentir repugnancia ante el placer sexual? La perversión no es el sexo que está en nosotros mismos porque no viene de fuera, a no ser que venga con otro cuerpo para disfrutar con el nuestro. La perversión es la aversión al sexo. No hay nada más repúgnate, nada más sucio, nada más perverso y pervertido que renunciar al placer sexual. Por qué no dejan a los adolescentes que disfruten en plena libertad con algo que ya tienen, el placer sexual. Por qué no dejarles que aprendiendo a ser felices con el sexo aprendan a ser libres. Porque, si un adolescente reprimido es un adolescente pervertido y dominado, un adolescente no reprimido es un adolescente libre. A esta libertad es a la que tienen miedo todos los pervertidos asexuados porque entonces no podrán ejercer su voluntad de poder y su dominio sobre las voluntades de los jóvenes.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.