Sociopolítica

El misterioso ‘ursucéfalo’ (lo que la ecología no es)

«Una ensordecedora algarabía llegó entonces del lado donde tienen sus jaulones los simios. Eran los cinocéfalos que representaban su tenaz comedia religiosa, saludando entre ridículos saltos, un rayo del sol dorado y nuevo que se quebraba en los hierros de su jaula» (Ortega y Gasset, O.C. ed. Taurus, T. VII, p. 37).

transilvania calling

Imagen reciente del Transilvania Calling

¿Una propuesta algo pringosa?

En un libro firmado por algunos de los líderes de la ecología profunda allá por 1988 -tales como Arne Naess, Gary Snider, Joanna Macy, John Seed o el jefe Seattle-, y que se inspira fuertemente en el espíritu de Aldo Leopold, se ofrecían, entre otras cosas, algunos ejercicios prácticos para cambiar nuestra perspectiva de la realidad. Por ejemplo, John Seed nos invitaba a tratar de sentir como un oso negro por cuyo pelaje gotea una espesa miel, nada más y nada menos que cuando estamos tomando el metropolitano para ir a trabajar.

Comprenderán que en ciertos sectores esta recomendación fuera recibida de forma poco positiva: para muchas personas esto es absurdo. Uno podría decir incluso, por recuperar una figura metafórica empleada por Ortega y Gasset, que adoptar esta postura es la asunción de un rol de cinocéfalo, es decir, la de un humano con cabeza de perro –o de oso, en este caso-, del que se entiende que estará supeditado por los designios de este último. Por otro lado, tampoco es que Ortega aproximara de una forma clara la relación de esta figura con un prototipo de persona; aunque sí advirtió, en una de las dos ocasiones en las que recurre a ella, que la idea de volver a la visión primitiva de las cosas frente a ciertas evidencias estéticas, «sería como ensayar vanamente una indigna postura de cinocéfalo» (O.C., ed. Taurus T. II, 59).

Cuando el ursucéfalo se divierte

A propósito de una evidencia estética, me gustaría plantear un caso particular que podríamos llamar “la paradoja del ursucéfalo”. En el caso que veremos a continuación, nos encontramos con grupo de seres humanos que comparten sin duda ciertas premisas en torno a, no ya la mera ecología, sino a un ecologismo en muchos casos pseudoactivista. No deberían estar en desacuerdo, por tanto, con las palabras de John Seed.

De hecho, para pensar más como la montaña y como el oso, decidieron empezar a organizar un festival de música electrónica en mitad de una cordillera de los Cárpatos. Desde hace ya siete años se celebra el Transilvania Calling, de modo que todos aquellos que están atentos a las señales del merchandising, pueden citarse en la pura tierra de los Ursus.

En una de las primeras ediciones, tuvimos la ocasión de visitarlo durante un par de días. Creo que en un primer momento el ecosistema nos acogió de forma no poco favorable, lucía un sol espléndido, corría una lánguida y cristalina agua por el río y los participantes celebraban sin reservas «sus vacaciones de la humanidad».

Sin embargo, la cosa fue poniéndose cruda, para el final del segundo día las fuerzas ciclogenéticas se habían desatado y el bosque ululaba amenazando nuestras débiles tiendas de campaña. Hubo truenos y relámpagos; comenzó a llover y entonces algunos asistentes se entregaron al paroxismo, retorciéndose en un ritual que cobraba progresivamente tintes más oscuros. Después de que el río prácticamente se nos llevara con las tiendas, decidimos atender el auténtico llamado de aquel bosque de Transilvania y, por temor de nuestras propias vidas, definitivamente nos marchamos.

Tal vez, por continuar dentro del relato de la ecología profunda, el bosque se revolviera contra nuestra invasión. Consideren que muchos de los humanos que allí se congregaron, lo hicieron con la esperanza de reconectar con la naturaleza; en pocas palabras, de pensar como la montaña y como el oso. El problema es que pensaron mal. En realidad en ningún momento pensaron por el oso, ¿a quién le gustaría que invadieran su morada, sin previo consenso, con una atronadora tonelada de vatios y cuerda para rato?, ¿están realmente seguros de que el oso celebraba con tanto regocijo nuestra visita?

La verdadera llamada de aquel bosque de Transilvania

Pese a nuestra partida, la edición continuó su desarrollo y, por lo que sé, no murió (ni ha muerto hasta ahora) ningún humano pese a las adversas condiciones meteorológicas. No estaría tan seguro de un recuento ok, respecto de la autóctona comunidad no humana. Al finalizar cada edición, además de haber disfrutado durante algunos días de una magnifica contaminación acústica, la flora y fauna puede continuar disfrutando del deterioro de su biosfera por los residuos, tales como las etílicas heces, dejados por los campistas –que recuerden, eran algo ecologistas-.

En suma, esto es lo que de algún modo puede considerarse una disrupción herética de su propio dogma: una herejía. Pensar por el oso, implica más bien comprender la necesidad de preservar las condiciones de estabilidad favorables a su conservación como especie; y los asistentes y organizadores del festival deberíamos haber valorado las posibilidades de materializar una celebración de esas dimensiones, sin alterar negativamente las condiciones del ecosistema receptor.

En la actualidad, tanto la contaminación acústica como la atmosférica, la electromagnética o la producida por el uso de pesticidas, están diezmando los enjambres de abejas que polinizan importantes partes de la biosfera de la que dependemos. Una buena manera de pensar por el hermano y la hermana úrsidos, es favorecer con nuestra ética la conservación de una población estable de abejas, gracias a lo cual nuestros peludos hermanos podrán continuar atracándose de miel mientras se despachurran tranquilamente por sus dominios -felizmente ajenos a su importante función reguladora de la estabilidad del ecosistema que a su vez nos regulará a nosotros/as-.

En realidad sí hay que pensar como un oso, pero bien; no vale con enfundar en un peluche nuestro super-phone. Voy a disculparme ahora con las personas que puedan sentirse molestas por mi descripción y planteamiento de un, por otro lado, animado evento y auténtico estilo de vida (en el que se citan personas de muy diversos tipos). De todos modos, no me negarán el haber respetado ciertas reglas como la de continuar el relato en los mismos términos que el festival sugiere; dichos términos son, de no equivocarme, muy próximos a los de una extraña mixtura de deep ecology y cierta tecnoespiritualidad-ecoreligiosa, alimentada con la quimera anti-entrópica de la fusión nuclear. Como dijera Homer Simpson, paladín de las irresponsables y radiactivas aspiraciones del ciudadano medio: «Nucelar, la palabra es nucelar…».

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.