Sociopolítica

Tiñendo de sangre las tierras palestinas

Hamás en el punto de mira

El aspecto exterior del embrollado conflicto que hace ya varias décadas tiñe de sangre las tierras palestinas sigue mostrando a un poderoso Estado invasor, ocupante y violador de los derechos humanos y a un pueblo invadido y ocupado, que sufre la humillación de vivir bajo la bota del ocupante. Pero los entresijos del problema no siempre están a la vista.

Son esos aspectos ocultos los que determinan el curso de los acontecimientos de un modo que aparece como inexplicable e inclina a parte de la opinión pública a la desesperanza y a aceptar la idea de que el enfrentamiento entre el Gobierno de Israel y la Autoridad Palestina no tiene solución y continuará como un cáncer en el cuerpo de la humanidad.

Ante estos cruentos acontecimientos, un comentario en los medios internacionales es que el pueblo de Gaza se ha merecido el brutal y desproporcionado castigo al que le está sometiendo Israel, porque ha elegido ser gobernado por Hamás, organización declarada terrorista por las potencias occidentales.

Además, se da por buena la hipótesis oficial del Gobierno israelí de que tiene derecho a defenderse y que seguirá atacando a la población gazatí hasta alcanzar los objetivos propuestos.

Pero pronto se hallan aspectos interesantes y poco conocidos. Jaled Meshal es el actual jefe político de Hamás, organización a la que dirige desde Damasco. Aunque alabó inicialmente a quienes “secuestraron a los colonos” negó tener conocimiento previo del hecho e insistió en que Hamás no estaba implicada en él. Es fácil deducir que las consecuencias del suceso han sido desastrosas para los planes políticos que él pretendía desarrollar desde que se alcanzó la reconciliación entre Hamás y Al Fatah.

El objetivo político de Hamás era conservar su estatus como fuerza hegemónica en Gaza, tanto en el ámbito civil como en el militar. En este último aspecto nada ponía en duda su hegemonía, ni siquiera Israel. Pero es en el campo político donde aparecen fisuras, propiciadas por la crisis económica que aqueja a la franja y por el cambio de actitud de Egipto, que ha cerrado su frontera, cortando la entrada clandestina de suministros y armas.

A esto se suma el estrangulamiento del apoyo financiero que llegaba desde Catar, por exigencia de Arabia Saudí, Baréin y los emiratos del Golfo, que reprochan a la monarquía catarí su apoyo a Hamás, a la que consideran afín a la Hermandad Musulmana egipcia y a las milicias que combaten en Siria. Todo lo cual va en contra del futuro que Arabia Saudí aspira a configurar en la región.

En tan crítica situación la dirección de Hamás es consciente de que no controla a algunos de sus grupos. Estos reiniciaron los ataques con cohetes como respuesta a los indiscriminados arrestos que Israel efectuó en Cisjordania tras el secuestro. Después, Meshal pidió auxilio a los Gobiernos de Turquía y Catar, para que intercediesen ante Israel y así poner fin a la violenta represalia que se abate sobre Gaza y demandó a las organizaciones civiles gazatíes que se unieran frente a la agresión israelí, revelando de ese modo las fracturas que aparecen en su seno.

Si la reconciliación entre Hamás y la Autoridad Palestina sobrevive a esta crisis, como parece probable dado que favorece a ambas partes, será imprescindible que Estados Unidos, Europa o Naciones Unidas den los pasos necesarios para alcanzar un alto el fuego temporal y retomar las reglas del juego aceptadas tras las represalias de noviembre de 2012.

Esto no llevaría a una solución inmediata del problema, pero al menos evitaría que ambos pueblos sigan sufriendo los efectos de la guerra: la alarma en Israel por los lanzamientos de cohetes que pueden producir víctimas inocentes, y la brutalidad israelí destruyendo viviendas e infraestructuras gazatíes y aplicando vengativamente la Ley del Talión para multiplicar las víctimas palestinas.

Como comentaba un reciente editorial de Haaretz, no son pocos los dirigentes israelíes que desearían retornar al estado anterior de “guerra de baja intensidad” y de conflicto permanentemente estancado, con tal de que los cohetes palestinos dejaran de llover sobre su territorio. Muy certeramente, un informe de la BBC apuntaba: “En siete días se ha pasado de la guerra que parecía que nadie deseaba a la que parece que nadie sabe cómo detener”. Así suelen ser las cosas relativas al conflicto palestino-israelí, como se lee al comienzo de este comentario.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.