Sociopolítica

La confusión es de este mundo

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Lo de Latouche no vale más que para arrastrar por el suelo, meter la aguja en los huecos de alguna alcantarilla o aplastar por descuido el excremento de un can vagabundo que solamente buscaba una limosnita por entre las esquinas de la calle Sierpes. Que el Latouche no es propio de las marías; más bien, de quienes tú y yo sabemos. Pero esto está hecho así: con la trampa y el correspondiente cartón. Y es que los caminos se cruzan sin que nadie note el acontecimiento. Bueno, quizá Paulo Coelho sí. Después de tanto viaje astral se le suponen ciertos privilegios… Claro, que para caminos que se cruzaban a diestro y a siniestro y de los que diera cuenta sin rubor ninguno y que servían de iniciación para muchos, don Marcial Lafuente Estefanía: un monstruo.

Ojos de culebra, es lo que me propone Lila Downs, entre azucenas y un montón de rosas que le dan a su rostro de mirada al infinito el óvalo justo para enmarcar, sin duda. Me lo bajaré por internet para provocar al rey del pollo frito. Y es que leyendo, como estoy leyendo, que dos millones de mujeres y niñas son explotadas sexualmente en todo el mundo, que más de un millón y medio de menores está en situación de riesgo de pobreza, que en España hay más de tres millones y medio de personas con discapacidad y expuestas a todo tipo de barreras, que en España un millón de ancianas viven en la más absoluta soledad, que el ladrón de guante blanco es el héroe nacional; el que yo juguetee con dos céntimos de Lila no reviste mayor importancia, y además la Downs me lo perdona.

Lo más romántico son las melenas al viento, los bolsos del “piojito”, los sofás metálicos, la depilación láser con tu primera consulta gratuita, los consultorios de psicología, el kit básico de cualquier cosa, las aceitunas (?)… Y en siete días el logro de la felicidad con el manual para principiantes. Eso sí, el minimalismo que no falte en tu mansión recién adquirida. Ni el chef que todos llevamos dentro. Y si en casa no funciona, todo, absolutamente todo se irá al traste, porque la comunicación por el estómago se ha roto. ¿Qué comerán los niños?, me pregunto verdaderamente angustiado. ¿Lucirán bien sus caritas turbias en la portada del Hola? “Necesito 10.000 euros al mes mínimo para vivir. Tengo muchos gastos”, nos dice el Fili, el de Saboya. O palabritas de L. C: “Enseguida me aburro de todo. Ahora mismo no puedo comprometerme ni con unos zapatos”.

Pero, ¿qué es lo que estoy escribiendo desde hace un rato? No es normal. No lo entiendo, Raúl. Quería haberme involucrado en la problemática tan tremenda por la que estamos atravesando a nivel país. Quería prestar públicamente mi apoyo incondicional a la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, que denuncia ante los medios que en esta comunidad autónoma casi medio millón de personas viven en situación de exclusión social, o que dos años y medio es lo que lleva paralizado dentro de la Administración el Servicio de Orientación y Asistencia Jurídica Penitenciaria (SOAJP). Sobre tantas cosas quería haber hecho mención… Sin embargo, ya ves. No lo entiendo, Raúl. Por ello, y para que la claridad se haga en esta confusión, que es de este maldito mundo, pondré a Loreena McKennitt y su A midwintwer night’s dream.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.