Cultura

Alizeti un canto de ‘Humanismo Solidario’

 Alizeti, la fugitiva del sol

Mohamed Doggui

Plataforma Editorial, Barcelona, 2013

alizetiDesde hace varias décadas el norte de África viene experimentando un fenómeno literario poco estudiado o conocido en España y que algunos venimos a denominar como de Literatura Hispanomagrebí. En palabras de la investigadora italiana Selena Nobile[1], ésta puede ser definida como una literatura menor, siguiendo la teoría de Guilles Deleuze y Félix Guattari, en su obra  Kafka. Por una literatura menor: “Una literatura menor no es una literatura de un idioma menor, sino la literatura que una minoría hace dentro de una lengua mayor”. Este es el caso de la literatura que determinados autores magrebíes hacen, al desarrollar su obra directamente en castellano, utilizando nuestra lengua como lengua de creación directa, sin mediación o intervención de la traducción. En estos autores se ha producido la “magrebidad” del español, en palabras de Rodolfo Gil Grimau, en tanto que el idioma castellano puede responder a sus planteamientos vitales, a su cotidianidad, cobrando el idioma usado un sentido “magrebizado”. Así lo resume Alfonso de la Serna: “Pensar plenamente en español no es para ellos un acto alienante sino la penetración en un territorio mental que es vecino, mas no sólo por la geografía o la circunstancia política, sino vecino en una larga vida de ocho siglos pasados juntos”[2].

Entre los autores más destacados de esta propuesta creativa se encuentra el tunecino Mohamed Doggui[3] que forma parte, desde hace casi diez años, de la Literatura Hispanomagrebí, siendo un importante y destacado representante del hispanismo tunecino contemporáneo. Su última entrega, Alizeti, la fugitiva del sol es su tercera obra creativa. Anteriormente había dado a conocer el poemario Entre Levante y Poniente (2008) y la novela Mamadú y los verbos españoles (2009).

Alizeti, la fugitiva del sol es una novela concebida desde la apuesta  por una herramienta con capacidad ilustradora para transformar al hombre y a la sociedad y que se incardina, perfectamente, en la línea del compromiso social que tanto peso tiene en las obras de esta neoliteratura concebida en el Magreb. Es la responsabilidad del autor que ha optado por rebelarse en sus textos en contra de lo establecido, aspirando a “revolucionar” su realidad, incardinado en el caudal tradicional recibido de la oraliture, donde las historias relatadas poseen un componente moralizante, una función educacional esencial, dirigidas al público con la clara intención de proyectar un cambio en el corazón y en la mente del oyente. No hay más que leer otras novelas, relatos o cuentos de autores como Mohamed Lachiri (“Moras Pisoteadas” de su libro Una tumbita en Sidi Embarek y otros cuentos ceutíes), casi todos los textos de Mohamed Sibari, el cuento “La ética de una mujer” de Larbi El-Harti (en Después de Tánger), Aixa, el cielo de Pandora de Bouissef Rekab, la novela de Mohamed Akalay Entre dos mundos o Grito primal de Said Jedidi, por citar algunos de los muchos ejemplos posibles, para comprender que esta nueva entrega de Doggui se posiciona, sin ambages, en el ámbito del compromiso social que abunda mayoritariamente en la Literatura Hispanomagrebí.

Alizeti, la fugitiva del sol es una novela cuya base narrativa se sustenta sobre el sufrimiento (“La vida de aquella pareja desdichada discurría con ese ritmo apesadumbrado hasta que una tarde…”, pág. 121). El autor no rehúye el combate, antes bien establece un campo semántico doliente (“sin embargo la felicidad no regresó a aquel hogar para instalarse definitivamente, sino para estar en él solamente de visita, haciendo buena la afirmación de Magali según la cual las alegrías de la vida no son más que los descansillos de una escalera muy empinada”, pág. 47) que sirve de cimiento a todo el texto: el abatimiento y la consternación de sus principales protagonistas, la pequeña Alizeti y sus padres, Elicana y Selemani, desde donde consolidar un libro que enarbola una imprescindible reivindicación humanitaria.

La consternación arriba a la vida de las personas provocando, habitualmente, una conmoción existencial. No pocas veces se presenta como escándalo a la razón y dura prueba para el alma, sobre todo si se trata de un dolor provocado y que se padece injustamente. Pero la desolación se imbrica, en ocasiones, con la esperanza y la alegría, aunque de manera circunstancial o efímera, tal y como le había enseñado a Selemani su padre: “modera siempre tus emociones, hijo: ni te alegres ni te entristezcas mucho, porque la ventura y la desventura van y vienen continuamente como el péndulo” (pág. 119) o como le mostrara la propia Elicana a su hijita: “es así, hija, lo hermoso suele ser efímero” (pág. 83) al ver ésta pasar durante la noche una estrella fugaz.

DOGGUI, MOHAMEDLa novela de Doggui es una antorcha, una decidida apuesta que utiliza el autor para vincularse con los débiles, con los abatidos. En este caso para orillarse con los niños albinos africanos (los kitokatoka, en lengua swahili), representados por la niña Alizeti que al nacer contrajo esta terrible enfermedad del albinismo que se padece en muchas zonas de África, como Tanzania (espacio geográfico en el que se desarrolla la narración) donde el índice de albinos es de 1 por cada 2.000 personas, frente al 1 por cada 20.000 en el resto del mundo. Doggui decide dar voz a los vencidos, a los olvidados, para conmover la conciencia anestesiada de la sociedad ante un problema de profundas consecuencias. El autor convierte a Alizeti en la heroína de la novela que representa la tristeza de miles de niños albinos africanos condenados desde su nacimiento a vivir como furtivos. La fatalidad les hace víctimas de la superchería, transformados en fantasmas por la exclusión social y la discriminación o en objeto de violencia, a veces extrema, que materializan en terribles amputaciones los traficantes de órganos bajo la creencia de que sus miembros tienen poderes mágicos o al amparo de la superstición que sostiene que el mantenimiento de relaciones sexuales con niños albinos produce la curación del sida.

Escrito de forma extraordinaria, bajo la sencillez de un texto que se pliega en varios episodios al amor, a la ternura o al afecto que se profesan los protagonistas, el relato discurre con la suavidad de un lenguaje directo y limpio a través de veintisiete capítulos que describirán la vida de la pareja, desde su primer encuentro en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la universidad pública de Dar Es Salaam, el traslado de Selemani a la región de Mwanza, cerca del lago Victoria, para trabajar en la mina, la muerte de Magati, la madre de Elicana, el nacimiento de Alizeti o la decisión de darla en adopción a alguna familia europea, a través de Heide, responsable del departamento de recursos humanos de la empresa que explotaba la mina de oro, para ponerla a salvo de los traficantes de kitokatoka, quienes no perderían la oportunidad de amputarle brazos o piernas, sin desperdiciar nada de su cuerpo, hasta convertirla en amuletos o pociones mágicas.

Desde el punto de vista estructural y conceptual, Alizeti, la fugitiva del sol es un relato con profundo mensaje humanitario, en donde su autor persigue, tanto con los protagonistas como con el resto de actores escribir acerca del dolor humano, pero sin tremendismos, sin obscenidades, para conjurar al mal. Mohamed Doggui se posiciona del lado de los humillados (Alizeti, alegoría de los niños albinos africanos), sin importarle su etnia, religión o ideología; pero no lo hace por compasión, sino por obligación moral, por obligación social y por amor hacia la humanidad. Para “no arruinarme como hombre, para no deshumanizarme” tal y como manifestó recientemente el propio autor, en la estela del escritor libanés Khalil Gibran cuando dijo: “La tierra es mi patria. La humanidad, mi familia.”

Alizeti vuelve a ser, como ya lo fuera Mamadú (protagonista de su anterior novela), metáfora sobre la necesidad de la convivencia, alegoría del amor, del respeto, en donde la recreación de los relatos en una ambientación localista se universaliza gracias a los personajes y a los sentimientos, que nos llevan al discurso final: el compromiso con el otro, base de la propuesta del movimiento “Humanismo Solidario” al cual pertenece nuestro autor como destacado representante y que hace suyas las palabras de Antonio Gamoneda: “El sufrimiento de causa social es nuestro sufrimiento y penetra nuestra conciencia, que creación literaria que no lleve consigo conciencia no es creación. Incruentos como Don Quijote, numantinamente resistentes, pacíficamente revolucionarios, queridos escritores cervantinos todos: hay que luchar contra los molinos de viento”.

Alizeti, la fugitiva del sol es, además de una espléndida novela, un canto solidario en favor de los desdichados, un libro necesariamente humanista, en medio de esta transición hacia lo desconocido en la que ya se encuentra inmerso el planeta:  “Elicana nació en medio de un extenso páramo, inhóspito y desolado. En cuanto a Selemani apenas abrió los ojos se vio en un cuadrilátero obligado a combatir sin ninguna protección; combatir contra un púgil con puños de hierro. Pero un día les apareció, primero en sueños y luego en vigilia, una pequeña hada con rostro de sol llamada Alizeti, quien con su varita mágica convirtió el páramo en una hermosa pradera fértil y el ring en un tranquilo templo de reconciliación y paz. Sin embargo…”. Alizeti es, a pesar de la pesadumbre, esa mariposa inmaculadamente blanca que vuela hasta posarse sobre un girasol, tal y como concluye la novela: símbolo de la utopía, de la fe en el hombre. La esperanza que aún nos queda volando en el viento.

[1] Selena Nobile, La literatura hispano-marroquí. Un modelo mediterráneo posorientalista y posoccidentalista, Universitá del Salento, 2008, p.25.

[2] Mohamed Chakor y Sergio Macías, Literatura marroquí en lengua castellana, Editorial Magalia, Madrid, 1996, pp. 337-338.

[3] Mohamed Doggui es profesor de español en la Universidad de La Manouba (Túnez) y del Instituto Cervantes. Poeta y novelista tunecino de expresión española. Ha publicado el poemario Entre Levante y Poniente (Madrid, 2008) y las novelas Mamadú y los verbos españoles (Cádiz, 2009) y Alizeti, la fugitiva del Sol (Barcelona, 2013). Autor de El verbo árabe y su equivalencia en español (Madrid, 1989) y de Chateaubriand y España (Túnez, 1992).

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.