Ciencia

¿Mis nietos tendrán los dedos planos por el uso de ordenadores?

¿Cómo serán? ¿Debo dejar de teclear con tanta fuerza? ¿El dedo godo estará desviado por los smartphones? Y lo más importante, ¿Por qué no hacemos nada para evitarlo?

Aunque  hayamos oído esta y otras muchas afirmaciones, que prevén el futuro evolutivo (otra por ejemplo sería que cada generación tendrá la cabeza más grande), no hay nada más lejos de la realidad.

bigfoot

Foto: pixabay.com

Durante los primero intentos de los científicos del siglo XVIII por averiguar el mecanismo de la evolución, hubo una primera teoría que hoy conocemos como Lamarckismo, que afirmaba que podíamos heredar los caracteres que nuestros padres habían ido adquiriendo durante su vida. Así la jirafa se hizo con un cuello muy grande porque las primeras jirafas estiraron mucho el cuello y consiguieron pasarle esos centímetros a sus hijos, y así hasta lo que hoy conocemos. Sin duda, Lamarck pensaría que todo el aplanamiento de los dedos haría de nuestros nietos unos manosplanas.

Aunque valiente e innovadora, esta teoría perdió fuelle en favor del hoy todopoderoso darwinismo.

Darwin también creía en la evolución, pero pensaba que no heredábamos los caracteres, adquiridos durante la vida, de nuestros padres. Lo que él propuso, que hoy sabemos que es cierto, es que los hijos, aunque nazcan como una mezcla de genes de nuestros padres, nacen como una combinación al azar. Por eso somos únicos.

Dentro de estas posibles combinaciones habrá unos que hayan tenido más suerte que otros respecto al medio. Pongamos un ejemplo: tenemos una familia de conejos blanco-marrones,  algunos de cuyos hijos salen blancos y otros salen blanco-marrones. Como están en la nieve (en nuestro ejemplo) los blanco-marrones se verán más para las presas y sobrevivirán menos.  En cambio los blancos están, por la combinación al azar de la que hablábamos, mejor preparados y sobrevivirán en su totalidad. Por consiguiente, tendremos una generación de nietos en la que predominan los blancos, y así sucesivamente. Si pasa tiempo suficiente, casi no tendremos conejos blanco-marrones y podremos decir que la especie ha evolucionado. (Si el lector está interesado vea un ejemplo real aquí.

Es decir, heredamos unas pequeñas diferencias al azar que pueden resultar ventajosas y hacer que nos reproduzcamos más, y después de muchas generaciones que toda la especie tenga mi ventaja adapativa.

Pero en humanos… ¿Que ventajas hacen que nos reproduzcamos mejor?

La verdad que ninguna. Nuestra sociedad moderna ha eliminado totalmente este sistema de selección. Por ejemplo, un miope en la selva lo más probable es que sobreviviera poco, si la miopía fuese hereditaria, habría pocos miopes pues  morirían con más frecuencia antes de tener hijos. Sin embargo, en nuestra sociedad se usa gafas, y la probabilidad de reproducirse es la misma que una persona con una vista sana. Estamos ante un dilema.

     ¿Significa eso que puedo hacer lo que quiera durante mi vida, que mis hijos no heredarán lo que yo haga? No. Y es que si que afecta ‘algo’.

Es lo que llamamos epigenética

Aunque todavía no entendemos del todo a qué genes comprende, ni cómo los selecciona, la vida de la madre, sobretodo embarazada, puede cambiar el resultado del nacimiento. De hecho según  un estudio de la Universidad de Southampton, madres con una dieta hipo-calórica (es decir, que comen poco) pueden presentar hijos con obesidad. Esto ocurre porque durante el embarazo, el cuerpo de la madre, y debido a su dieta, está mandando mensajes de hambre al feto. Éste cambia y se acomoda a un mundo en el que piensa hay escasez de alimentos. Cuando salga y vea que no, su cuerpo estará preparado para guardarlos todos en forma de grasa, y tendrá obesidad.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.