Sociopolítica

A Pedro Sánchez: no y mil veces no

  • Mis amables lectores, añejos y novicios, conocen mi expresa renuncia a filias o fobias para no rendir en sus brazos un ápice de mi libertad, ni independencia. Ligero de aditamentos emocionales, mantengo vivo el escepticismo que me caracteriza y practico la abstinencia electoral en defensa propia.

Dicho esto, reconozco cierto recelo del socialismo por su falta de limpieza genética y vital.

Asimismo, rechazo totalmente el populismo de Podemos por la idea totalitaria y tiránica que exhiben en dichos y hechos sus líderes más representativos. Tras estas palabras claras y precisas, pido respeto y exigencia por igual al resto de siglas que excluyo en mis muy tasadas reflexiones.

Ciudadanos me parece un partido refrescante que anda un poco extraviado. Reconozco el laberinto que debe transitar en su papel mediador sin darle tiempo a corregir obstáculos.

Izquierda Unida tiene en Alberto Garzón un político íntegro que debiera abandonar algo de la ganga que aún le acompaña. Puede ser la esperanza del marxismo democrático, aunque la afirmación parezca una contradictio in terminis.

El PP pareciera ser el origen de todas las maldades y desgracias que atemorizan a la sociedad. Todos quieren hacer leña del presunto árbol caído cuando, en realidad, su suelo impide que caigamos en manos nocivas, desalmadas, a las que España importa menos que una higa. No puede negarse que la corrupción le invade por doquier, igual que a cualquier partido que haya tenido competencias de gobierno.

Vislumbro, además, actitudes -en este marco- poco tranquilizadoras en siglas que se enorgullecen de su “virginidad”, básicamente porque todavía no han tenido oportunidad de meter mano a la bolsa. Es decir, hacen de la necesidad virtud, pero ya empiezan a pringar. Volvamos al caso. Por fas o por nefas, los medios y la conciencia colectiva inunda de podredumbre al PP y solo lo percibe como un cuerpo corrompido. Por este motivo, es preciso sanear a fondo el partido mediante una operación quirúrgica que elimine toda servidumbre por acción u omisión, caiga quien caiga. El ciudadano vota un partido, no un líder.

Rajoy es un lastre, quiérase o no. El PP necesita al frente una persona joven, limpia, depurada; distante de cualquier presunta iniciativa o gestión malsana e indigna.

Lo demandan los tiempos, las modas. Hay que eliminar, al menos, las coartadas de uso falaz e innoble. Obcecarse por orgullo o prurito no lleva a ninguna parte. Se realizaría un ventajoso ejercicio de estrategia política y electoral.

La ambición ilimitada, perturbadora, de un individuo está poniendo a España en un tenso dilema

Pedro Sánchez

Foto: en.wikipedia.org

Quiere ser presidente un señor capaz de excluir a siete millones y medio de españoles. Aumenta su atrevimiento, de forma inusitada, cuando dice pretender un gobierno progresista y reformador. Dejando para el debate lo de progresista, este iluso (no tiene otro calificativo quien pretenda hacer reformas sin contar con el PP, por simple iniquidad numérica), empieza a exhibir un proceder conocido hace años; tanto que puede superar al original. Al menos se muestra tan insustancial como el primero. Se emplea en un paripé permanente. Ahora parece abordar un gobierno quimérico con Ciudadanos y la abstención obligada, generosa, mártir, imposible, de Mariano Rajoy. Al mismo tiempo, como salida de emergencia, sibilinamente, se deja querer por un Pablo Iglesias beodo de poder, ególatra, enajenado de gozo, de éxito; por una Izquierda Unida -más comparsa que sustantiva- y por un PNV, que pretende ser alcaide de ETA, con la espantada prevista, astuta, de CDC y ERC. Deduzco que el gobierno resultante sería conflictivo y de escasísimo recorrido. Un caro capricho. Decía Confucio que “Solo los sabios más excelentes y los necios más acabados, son incomprensibles”. No creo que Pedro Sánchez se encuentre entre los primeros.

En realidad, solo hay un gobierno deseable

Presenta, no obstante, un escollo definitivo pese a presiones reflejas, augurios optimistas o deseos incontenidos. El pacto PSOE-Ciudadanos es capaz de satisfacer las más exquisitas exigencias nacionales e internacionales. Aparece un muro en tan idílico escenario: se necesita la abstención del PP.

Ya en aquel lejano mayo de dos mil quince, Sánchez dejó clara su envergadura de estadista cuando afirmó arrogante que él pactaría con todos menos con PP y Bildu. Ahora, altavoces, santones, analistas (incluso próximos), medios y fauna diversa, presionan para que el PP se abstenga como ofrenda a un supuesto dividendo para España.

Afirmo, sin ambages, que el beneficiario inmediato sería un Pedro Sánchez espuriamente legitimado e inepto. Cabría la probabilidad de que España pospusiera su calvario, porque la auténtica enfermedad somos los españoles y Podemos; es decir, los primeros. Rajoy debe dimitir pero el PP (pese a quien pese) ha de decir no, y mil veces no. ¿Por qué no puede presidir el gobierno Albert Rivera con los mismos acuerdos y la abstención del PP? ¿Hay algún impedimento? Ninguno. ¿A que no quiere el PSOE oficial? Es evidente; el PSOE no cuenta, ni España tampoco. Importa Sánchez y su sillón presidencial.

Evidenciada la cuestión del bloqueo electoral, confirmado que el problema es Sánchez, suscribamos su unión con Podemos y pandilla

Tardaría meses en ser un pacto explosivo, desintegrador. Habría elecciones anticipadas, pero el elector conocería el paño y cambiaría la escena política. Es mejor padecer unos meses que tener encima durante tiempo indefinido la espada de Damocles. La negativa, pues, del PP a confirmar un gobierno extraño, inusual, presidido por Sánchez serviría -a medio plazo- para quitar vendas y curarse el español en salud. De rebote, caerían bastantes barreras conceptuales y algún que otro mito, tan impostor como interesado, sobre ética política y social. El individuo queda satisfecho cuando desenmascara los fantasmas que le han creado un dudoso prestigio y una autoridad moral maniquea e inexistente.

Quizás sea cierto que un Podemos inmaculado, sin la erosión de gobierno, adelantara al PSOE si este no obliga a sus pares a marcar diferencias claras con el populismo, en lugar de darle cobijo. El PSOE necesita, a la vez, una catarsis ideológica para hacerlo homologable a la socialdemocracia europea y concluir para siempre con el enfrentamiento guerracivilista que, en mala hora, innovó Zapatero. Entre tanto, si yo fuera el PP diría sí a España, sí al PSOE, sí a Ciudadanos, pero a Pedro Sánchez no, y mil veces no.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.