Sociopolítica

No, no y no

La duda ofende: a todo digo que no… No voy a votar, no, diría, en caso de que lo hiciese y no, añado, con Constitución o sin ella, a casi todo lo que Europa representa.

Me preguntan por qué voy a abstenerme en el referéndum que se avecina. Tengo, para ello, un par de razones de índole personal, que pese a ello mencionaré, y muchas, muchísimas, de carácter general.

Empezaré por las subjetivas (que a nadie, supongo, interesan, pero a mí, sí): estoy censado en Castilfrío, me encuentro momentáneamente amarrado a la galera de Madrid por motivos de salud y ni a palos pienso recorrer 250 kilómetros para terciar con mi voto en una consulta tan inane como la que los políticos, y sólo los políticos, barriendo para dentro, nos proponen.

Además, no sintiéndome yo europeo ni por el forro, sino cada vez más extranjero en los campos de mi tierra, ¿a qué meter baza y papeleta en algo que no me incumbe? Háganlo noramala los pasajeros de ese barco en desguace que es Europa, y Dios con todos. Vamos con lo general… Me pondré serio y enumeraré fríamente las razones por las que, a mi juicio, ninguna persona dotada de éste, siéntase o no europea, debería avalar con su voto la mojiganga. Lean y anoten:

1. La Constitución europea, digan lo que digan mis compatriotas, nunca llegará a puerto, por la sencilla razón de que los ingleses (y no digamos, verbigracia, los daneses) jamás la aprobarán.

2. Así no se hacen las cosas. Este referéndum, con la apoteósica y televisada unanimidad de quienes piden el sí y el sistemático ninguneo de quienes abogan por el no, recuerda al que en su día organizase Franco. ¿Sacarán ahora el 101% de los votos?

3. No sólo Franco: también la Iglesia. Lo digo porque los políticos partidarios del sí, que son casi todos, parecen, por lo dulzones, por lo sobones, por lo mansurrones, por lo pastueños, curas que predican desde el púlpito. Quien acate el contenido de sus homilías será feligrés, pero no ciudadano.

4. Tampoco lo será, sino borrego y súbdito, quien renuncie a la decencia prestándose a opinar sobre algo que desconoce. A la última encuesta del CIS me remito: el 90% de los interpelados admite que sabe muy poco o nada de lo que en esta Constitución se cuece (si es que se cuece algo, porque todo en ella es abstracción, tópico y palabra vana).

5. No hay ética sin estética: con Los del Río, con los cineastas pedigüeños, con los cantautores decimonónicos, con los intelectuales de la sopa boba, con los escritorzuelos al tresbolillo, con las flamenconas zapateras y con los progres de las guerras púnicas no voy yo ni a tomarme una caña en la taberna de la esquina. Dime con quién andas y…

6. La Constitución de marras es una ley. ¿Otra más? ¡Socorro! Europa –Estados de Derechos, que no de Derecho- se ahoga bajo el frenesí legislativo. Lo que necesitamos son menos leyes y que se cumplan, no al revés.

Hay más razones, pero no me caben. Allá ustedes.

Fernando Sánchez Dragó es escritor
(Artículo aparecido en El Mundo, domingo 13 de febrero de 2005)

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.