Sociopolítica

La Sociedad Feliz de Wardell Anthony Connerly

Ward Connerly es considerado el hombre detrás de la Proposición 209 de California que desmantelaría las preferencias de raza y género que permitían las admisiones en universidades públicas y contrataciones por el Estado de minorías, popularmente llamadas Acción Afirmativa. Por doce años, sostuvo una posición en la Junta de Regentes del Sistema de Universidades del Estado, posición que finalizó en 2005. Creó dos organizaciones lucrativas sobre derechos civiles, con sueldo de $400, 000 anuales, para cumplir su faena política de republicano conservador. Tarea que hizo en 5 Estados.

En la foto, Ward Connelly, político conservador, hombre de negocios, creador de campañas legalistas para quitar oportunidades a estudiantes de minorías y apoyos económicos a estudiantes y docentes de cualquier raza que no sea la blanca. La paradoja: el uso de un afroamericano para cumplir este «trabajo sucio» y demagógico.

En la foto, Ward Connelly, político conservador, hombre de negocios, creador de campañas legalistas para quitar oportunidades a estudiantes de minorías y apoyos económicos a estudiantes y docentes de cualquier raza que no sea la blanca. La paradoja: el uso de un afroamericano para cumplir este «trabajo sucio» y demagógico.

1.

«Ward Connerly, chairman of the American Civil Rights Institute, has campaigned extensively to abolish racial preferences in government agencies -including public universities. Connerly’s campaign has been successful through ballot initiatives in California, Washington, and most recently in Michigan»: Matthew Schuster

«He has no ethnic pride. He doesn’t want to be black»: Congresista Diane Watson

2.

El es el hombre. Abrió la boca y dijo:
«Las clasificaciones raciales son odiosas».
El habría querido ser blanco; pero no pudo serlo,
aunque siente como uno.
El se casó con una mujer blanca y asegura
que la sociedad no debe tener color ninguno
y los blancos lo aplauden rabiosamente
y con orgullo. El canto bonito y baila al son que le tocan.
Es que el Gobernador Pete Wilson lo llamó a su círculo.
Esa esfera terrenal donde el Cielo es un puñado de ricos
que no quieren competencia, sino gente que sirva
de megáfono, que haga gárgaras dulces y eco
de miel en la boca. El es el negro que se presta para eso.

El Edén Terrenal que sea Dominio Exclusivo
de los anglosajones, los únicos meritorios,
los no-destituíbles ni excluídos. Los que son elegantes
en su propio méritos. Los realmente inteligentes
y capaces, los siempre aptos, los que huelen
bonitos, los que no gritan ni se ponen a danzar
cuando oyen tambores, o sones de negritud envilecente.

El es el hombre: la raza y el género no significan nada.
Cuando uno quiere ser blanco, uno se limpia el trasero
con el orgullo étnico. Uno le llama al folclor, opio del pueblo,
uno le llama al pene, la vagina. Deja de importar al varón
que se burle e pelo largo, o pintarse las uñas de colores
y tener un mayate por esposa.
Es que la Sociedad Opresora no existe.
La lucha de clases es sólo el pretexto para vivir encojonado,
apático, lejos del sublime entusiasmo
de hallarse en la Tierra vivo y mirando las flacas jinchas
del blanco, con esas miradas azules y semblantes de vírgenes.

El es el hombre que aterrizó en la Gran Fantasía.
Se endulzó la boca con los sueños vikingos y sajones.
El cree en las Valkirias, en los tipos ideales weberianos.
El halló el Paraíso en medio de los anglos
y los Padres Fundadores.
El Ku Klux Klan ya no existe. Es cosa del pasado,
aunque haya liberales con arcano fetichistas,
que por un poco de poder se lo venden al pobre
para que se viva del odio y la amenaza.
El blanco, tarde o temprano, dice Wardell Anthony,
te da lo que mereces, sea mucho o sea poco.

Ahí está el hombre que repite ahora que tiene el podio:
«Ya es arduo hallar un argumento convincente
por preferencias raciales. Mírame a mí. Yo soy amigo
de Pete, desde el ’60, yo no meto las manos al fuego
por el odio de razas, yo no quemo edificios
ni asalto tiendas; no robo y soy amigo del blanco».

Ahí está el hombre que no asocia la pobreza a los colores.
A la diversidad la exorcisa: «Ya no se necesita.
La Nación que sea incolora. Y pura. Que sea un estado
de alma y patriotismo. Un Nirvana. Una catharsis.
La igualdad no debe ser juzgada por cuotas de arrabal.
Ni valores de género. La piel rosada puede ser generosa.
«Mírame a mí. Se me llamó al Paraíso y mi piel es oscura.
Saca las manos, Gobierno. Tú no hagas nada.
La discriminación ya no existe.
Innecesaria es la diversidad.
Que se promueve la Sociedad Feliz.
La gente sin colores».

Ahí está el negro. El más patriótico que concibe el blanco.
El que no quiere asiáticos ni mexicanos hablando
sus jeringonzas en los campus, y gritando «Sí se puede»
pese a mediocridades, piden becas y espacios
que las merece el blanco, después se la agradecen
a Pancho Villa o a Zapata, y la deslealtad la llaman
Sueño Americano… «Adelante, Pete Wilson.
Démosle el adiós a la Affirmative Action».
Abajo sean las cuotas, abajo las agencias estatales
quedan un 15% de contratos a las firmas de minorías
tan viles que niegan la Bondad del Hombre Blanco.

Ahí está el vocero. El negro que se escuda,
con $400,000 de sueldo en el Instituto Americano
de la ACRI y la Coalición de sus putadas en Derechos Civiles
para quitar al más pobre lo que el rico
se apropia, sin necesitarlo.

Tenía que ser un renegado, un experto vendido
y desmoralizado, lava-injusticias por dinero,
vendedor de pleitesías, perfecto racista enmascarado
y posmoderno, besaculo negro, demagógico, de los opresores.

12-10-2007

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.