Cultura

Caminando con Robert Walser

¿Acaso Jacob Von Gunten era el alter ego de Walser? Cierto paralelismo entre la vida y la obra de este gran escritor suizo se puede deducir al leerle. En todo caso, Walser, nos dejó ese legado, anterior a Kafka, donde los mediocres pueden ser analizados literariamente. Aquel Instituto Benjamenta, vendría a ser el microcosmos global donde el pensamiento libre es perjudicial para los intereses de los poderosos. Asimismo se prohibe cualquier inserrucción que altere el sistema establecido. “La sociedad de hormigas humanas”, no puede pensar más allá del automatismo.

Fue un gran escritor, una mente privilegiada que, a través de sus obras, nos muestra sus grandes cualidades literarias e intelectuales. Pero claro, luego, con el paso (y el peso) del tiempo esa gran sabiduría innata y posteriormente adquirida se volvió, quizá, en algo que ya no podía soportar; como le ocurre a algunos intelectuales: a veces es mejor no saber que saber. El paradigma del ignorante que no sufre porque no sabe. En contraposición del sabio, el intelectual, el genio que lleva toda la carga del conocimiento a sus espaldas. Es ahí cuando ese ser sensible e inteligente se agobia hasta el hartazgo de saber tanto. Un colapso en ciernes.

El ignorante es feliz en su ignorancia porque no conoce, no sabe. Pero el intelectual, como Walser, probablemente, necesitaba ser como un árbol que aparentemente ni se inmuta ante lo que ocurre a su alrededor. No lo puedo asegurar, pero Walser tal vez necesitaba eso, como las grandes mentes: descansar de la realidad, ser negativo o pesimista u optimista, ¿por qué no? Pero algo. Es decir, escapar de esa realidad que lo agobiaba, para trasladarse a un universo feliz, neutro, donde no tendría que preocuparse, ni estar atado a la responsabilidad del sabio. La utopía, entonces, era conformarse con ser un ciudadano común y corriente, y llevar una vida acorde a lo que llamamos “normal”. Algo fácil de teorizar, pero difícil llevarlo a la práctica.

Insisto, creo que Walser  no aceptaba esa “normalidad”. De lo contrario su literatura hubiera sido completamente distinta a la que conocemos. Por causas naturales esto derivó con el tiempo en una incapacidad mental que lo llevó de propia voluntad a internarse en un sanatorio. Walser fue “presa” de su propia condición: un hombre que anhela ser un árbol, para evadirse. El riesgo, como le ocurrió, era perder la razón y la lucidez mental. Walser las perdió, se convirtió en un árbol, porque el riesgo siempre existirá, al ser humanos, sensibles, razonables, emotivos. En este caso no hay demasiadas diferencias entre el intelectual y el común de los mortales. Puede que al filósofo Frederich Nietzsche le haya ocurrido algo parecido, aunque neurológicamente hayan tenido esa predisposición a la demencia. La frontera entre la locura y la razón a veces es casi imperceptible.

¿Quién puede ser completamente feliz? ¿Los árboles? Bueno, estos dos genios pasaron sus últimos días fuera de la realidad. Por eso decía que el ignorante no tiene esa carga a cuestas y le es más factible llevar una vida, digamos, tranquila. La felicidad está conformada por la satisfacción propia y de los demás, pero nadie podría ser feliz las veinticuatro horas del día, a menos de que algo le funcione mal allá arriba, o que viva en otra realidad.

Walser fue un errante, un viajero empedernido, antes de internarse: “Una maleta es toda tu casa en este mundo” -decía-. Creo que esa frase grafica muy bien la vida y obra del escritor suizo. Es por eso que su legado literario y personal sigue presente en nuestros días. Tanto, que a veces tenemos la sensación de habernos topado con un Walser, por lo menos una vez en la vida.

Y tú, ¿qué le dirías, si te encontraras en el camino a Robert Walser?

 

 

*Imagen google.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.