Cultura

Los delfines que vio Antonio Machado

El mayor reconocimiento a un autor es la lectura de su obra. El aniversario del fallecimiento de Antonio Machado es, año tras año, una nueva invitación a testimoniar su grandeza literaria.

REMONTARON EL RÍO COMO EL POETA SU EXILIO. “…unos delfines, equivocando su camino, y a favor de la marea, se habían adentrado por el Guadalquivir, llegando hasta Sevilla. De toda la ciudad acudió mucha gente, atraída por el insólito espectáculo, a la orilla del río, damitas y galanes, entre ellos los que fueron mis padres, que allí se vieron por vez primera. Fue una tarde de sol que yo he creído o he soñado recordar alguna vez”. Su heterónimo Juan de Mairena describe este suceso. La ensoñación se superpone a la realidad. Es la reinvención de la memoria que se vincula estrechamente con la capacidad de moldear el pasado para perfilar el futuro desde un presente expectante. Así ese lugar de extrañeza con la llegada de los mamíferos marinos y el fortuito encuentro amoroso entre sus padres, sirve de propósito para reemprender su propia odisea, “…os aconsejo una incursión en vuestro pasado vivo que por sí mismo se modifica, y que vosotros debéis, con plena conciencia, corregir, aumentar, depurar, someter a una nueva estructura, hasta convertirlo en una nueva creación vuestra”. Desde Collioure, año tras año, reitera su compromiso de retorno. El poeta regresa a España desde hace 77 años pero no abandona su tumba. Murió en el exilio. Y allí debe permanecer. Junto a su madre, Ana Ruiz. Es su obra la que se reconoce y pervive. El mar arrulla el recuerdo de hijo y madre. Ambos reposan en el camposanto francés. Emerge en la pupila de Leonor Machado, hija de Francisco el quinto de los cinco hermanos Machado,  “A ellos no les hacía ilusión. Los dos hermanos decían –Manuel y Antonio- que si se iban de Sevilla, les gustaría hacerlo a una ciudad con puerto de mar porque querían ser marinos”. Y es que como refería Antonio, “Mis recuerdos de la ciudad natal son todos infantiles porque a los ocho años pasé a Madrid”.

Antonio Machado por Frederic Mariera Vila (1926)

Antonio Machado por Frederic Mariera Vila (1926)

LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO MACHADIANO se revela en la irreverencia que contrae su defensa del principio de alteridad. Es decir, la preocupación por la consideración del otro y ese enfrentamiento directo con la racionalidad ejercida como determinismo y precursora de la verdad última. No desdeña la individualidad pero asiente la dimensión comunitaria del ser humano con valor intelectual inquebrantable. Haciendo especial énfasis en el reconocimiento del otro a través de la convicción poética. La fraternidad aparece como un estado mental y emocional al que se aspira para entender la heterogeneidad de la comunidad en la que se integra el quehacer artístico. “Todas las artes aspiran a productos permanentes, en realidad, a frutos intemporales. Las llamadas artes del tiempo, como la música y la poesía no son excepción. El poeta pretende, en efecto, que su obra trascienda de los momentos psíquicos en que es producida. Pero no olvidemos que, precisamente, es el tiempo (el tiempo vital del poeta con su propia vibración) lo que el poeta pretende intemporalizar, digámoslo con toda pompa: eternizar. El poema que no tenga muy marcado el acento temporal está más cerca de la lógica que de la lírica”. La conciencia colectiva se eleva y trasciende en la voz del poeta que la sacude y agita.

LA FIDELIDAD A PESAR DEL AGOTAMIENTO le llevo a no cejar en su empeño, más si cabe, de mantener sus colaboraciones en prensa a favor de la República o lo que quedaba de ella. A pesar de la amargura que le acompañó en su dramático peregrinar desde la capital sitiada hasta Rocafort, mantiene incólume ese espíritu aleccionador, pleno de claridad y transparencia que expusiera en Juan de Mairena. Un modelo de futuro cuya actualidad permanece intacta. Más tarde Barcelona, Gerona, Cerbere y, finalmente, Collioure. Atrás la cruenta Guerra Civil y en el bolsillo de su raído abrigo un último verso para rememorar el edén perdido de la infancia antes de su muerte. Antonio Machado vio los delfines en los ojos de su madre. Tres días más tarde ella lo acompañaría. Setenta y siete años desde aquel entonces y su espíritu continúa insuflando la aspiración más generosa y humana,“Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser un hombre”

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.