Karma

Juego de máscaras

person-695656_640Madrugada de un día de fiesta. Pronto amanecerá. Desde la ventana, luces y sombras tejen una maraña de lejanías urbanas. Contrapunto del silencio, el ladrido lejano de un perro oculto en algún rincón de la noche que se desvanece.

Pienso: estoy aquí, sólo, yo, una conciencia consciente de sí misma. Todas las demás circunstancias: nombre, edad, patria, estado civil, ¿son únicamente máscaras     para ocultar  mi primera realidad, mi verdadero ser? 

“¿Quién soy yo?”…

Innumerables seres humanos nos hacemos esta pregunta innumerables veces, pero ¿quién sabe la respuesta? Porque de no conocer la respuesta a esta pregunta tan elemental, tan simple pero determinante, lo que hagamos  cualquiera de nosotros, carece del sentido de la realidad, ya que la realidad más elemental, la de saber quién es uno mismo, nos es desconocida.

Nos miramos en el espejo y sólo nos encontramos con nuestras máscaras

Conocer la respuesta de quién las habita puede llevarnos toda la vida o muchas vidas, depende de cada uno, pero por reduccionista y fragmentario, el pensamiento dogmático de las iglesias y la filosofía oficial pragmática de los estados,  y una filosofía materialista ya desfasada por la ciencia en nuestra época,  se han encargado de despistarnos o de abortar la necesidad de buscar en nuestro interior con la mirada libre de prejuicios.

Nunca se animó a nadie a semejante tarea por ninguna institución porque ellas mismas fabrican máscaras y cuando algún  desorientado  con buena   fe  se atreve a hacerles preguntas encuentra en sus interlocutores respuestas astutamente prefabricadas; señuelos programados  para llamar la atención de la mente intelectual y de los sentidos de quien les da credibilidad. Así buscan tener adeptos que usen las máscaras que se les proporcionan con el objetivo denunciado del control sobre su yo verdadero, que es, a fin de cuentas, espiritual:  el verdadero ser.

Se propone un ejercicio de buceo

La mirada interior es un punto de partida que de no acertarse o no con la visión, tiene muy importantes consecuencias.

La primera de todas es que quien no sabe quién es uno mismo no puede  conocer a los demás, a los que se mira desde el cristal empañado de la propia ignorancia y de los prejuicios personales, con lo que el sentido de lo real resulta, por extensión, profundamente alterado. Si se carece del sentido correcto de lo que es subjetivo, es decir, propio del sujeto que es uno mismo en cuanto sujeto que se reconoce y conoce, es imposible acceder al conocimiento objetivo de lo que llamamos realidad.

Pues ante la pregunta de qué es real y quién es uno, ¿quién responde en nuestro nombre? ¿Nuestro subconsciente, ese desconocido que habita en el sótano y al que nos asusta abrirle la puerta para que no eche por tierra la imagen que hemos puesto en lugar de quién somos? Con esta imagen que hemos superpuesto a nuestro subconsciente, tapándolo con identidades prefabricadas por otros (nombre, edad, nacionalidad, creencias de esto o lo otro…), colocamos identidades sobre identidades que se confunden y hasta se contradicen. Pero con ellas pretendemos ir tirando por la vida, aunque lo que vamos tirando y desperdiciando es la vida misma.

Y ¿cómo descifrar nuestro subconsciente? Aprendiendo a observarnos como si observáramos a un extraño.

Observando la calidad ética de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones, palabras y actos. Las motivaciones reales de todo eso ¿a qué intereses responden? ¿A los de nuestra conciencia? ¿A los de nuestro pequeño y egoísta yo? ¿A los de nuestros diversos “educadores sociales”?   Y ¿qué pretenden de nosotros esas gentes? Dominarnos, manejarnos desde nuestras máscaras. Y para ello nos necesitan individualistas y gregarios, por  opuestas que parezcan ambas cosas.

¿Individualistas y gregarios?

Sucede que el individualismo nos aleja de la individualidad y el gregarismo del sentido social y cooperativo.

Esta es la base del poder de los controladores de  esta sociedad, con todas sus instituciones: desde el estado a la familia; desde la Iglesia a la gran superficie comercial.

El juego es doble: hacer perder a la gente conciencia de su individualidad con el sucedáneo del individualismo, y crearle falsas identidades mediante “inyecciones” de ideología y roles sociales convencionales a través de la educación, las diversas formas de propaganda  y los medios de comunicación al servicio de todo ese andamiaje.

Y esto no  es posible solo  porque aquellos, los que imponen y dirigen, tengan una conciencia de sí cabal, sino porque los que se dejan llevar tienen todavía menos conciencia de quiénes son. Y esto es algo que aprovechan muy bien los organizadores del comercio, de las iglesias, de la política y de las guerras. Esta es una premisa esencial para que existan las dictaduras y toda clase de dependencias emocionales, sociales y económicas.

Un yo enmascarado, es un yo manejable

Como sucede en la sabana, donde a los animales débiles de la manada se los comen los leones, a una conciencia débil también se la comen los leones y zorros de nuestro mundo.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.